¿Alguien pone en duda que nuestros sueldos bajan?
Si ha sido así durante la época en que España ha mantenido un crecimiento bajo, ahora que estamos en recesión, que parece que va a durar, es de esperar que los sueldos disminuyan más. Pese a la evidencia, los dirigentes europeos insisten en que es necesaria una bajada de salarios en nuestro país, pero sin exponer medidas paralelas que se deberían tomar para que esa reducción (contraproducente) fuera realmente efectiva sobre la situación económica.
En contraste, los beneficios empresariales están aumentando. Desde finales de 2012, por primera vez en nuestro país, están por encima de los gastos salariales. Pero lejos de la reinversión de esos beneficios, o de un ajuste de los precios finales de los productos (aumento de la productividad) los gastos en incentivos a los directivos y repartos de dividendos entre los inversores devoran ese incremento, lo que implica que cada vez hay unos pocos que ganan más, y muchos que ganan menos. Se está produciendo una transferencia de dinero de las clases medias a la alta, con tendencia a crear puestos de trabajo de baja calidad y con poco valor añadido.
Como resultado, contra lo que auguraban los liberales a ultranza, como Esperanza Aguirre, la competitividad de las empresas españolas no ha mejorado. Se debe fundamentalmente a que la bajada de sueldos en esta situación de disminución de ingresos de las empresas no ha servido para mejorar los precios, sino para mantener o incrementar los beneficios empresariales, lo que ocasiona que menos trabajadores tengan que producir más, pero a la vez que se incrementan otros gastos de la empresa, por lo que no repercute en cifras de productividad mejores.
Los directores generales mejor pagados en Europa son los de España e Italia, y en nuestro país se agrava con esa exagerada diferencia respecto a los trabajadores peor pagados. Puede ser un factor a tener en cuenta a la hora de planificar nuestra economía.
El Banco de España, en un informe sobre la Reforma Laboral, destaca como principal resultado de ésta, la rebaja de los salarios, pero considerándolo un dato positivo. De hecho, aconsejan que se “profundice” en esa disminución. Recuerdo que el Banco de España, en mayo, había solicitado la creación de puestos de trabajo por debajo del salario mínimo, a pesar de que en España este mínimo está muy por debajo del de los países de nuestro entorno.
La Reforma Laboral emprendida por el Gobierno de Rajoy supuso un abaratamiento del despido, y permitió a las empresas privadas salirse del convenio en determinados casos, tan amplios que se pueden considerar como la totalidad. Es decir, dio más poder al empresario en las negociaciones frente a los sindicatos, y mucho más frente a trabajadores aislados cuando no existe Comité de Empresa.
El resultado de esta reforma era obvio, máxime en situación de recesión y destrucción de empleo. Los sueldos han bajado mucho, y es probable que no recuperen su nivel tras la crisis. En un concepto liberal ideal, esto se traduce en abaratamiento de los costes salariales y por ello más contrataciones, y además disminución de los precios, con el consiguiente aumento del consumo. En global, un aumento de la productividad.
Pero no ha sido así. Es cierto que el descenso en los salarios más los despidos han producido un abaratamiento del gasto. Sin embargo este mayor beneficio empresarial no se ha traducido en inversiones, ni más contratación, ni disminución de los precios de los productos, sino en aumento tanto del beneficio de accionistas y dueños de la empresa como de los salarios de los directivos. Ahora son noticia los de los bancos y cajas intervenidas, pero es que en la empresa privada es norma, incluso cuando la compañía está a punto de tomar medidas como despidos o Expedientes de Regulación de Empleo.
En conclusión, se ha trasladado el dinero del bolsillo del trabajador al del empresario, ni más ni menos. Especialmente si tenemos en cuenta que la bajada de las indemnizaciones por despido supone otra forma de restar dinero al trabajador, que cuenta con ese capital como reserva y garantía de trabajo, y que ahora ha pasado directamente a las cuentas de la empresa.
El efecto por tanto ha sido justo el contrario al que se dijo: menos dinero en manos de los trabajadores e inseguridad laboral ocasionan una caída mayor del consumo y descenso del PIB.
Con datos tan claros, las declaraciones del Ministro Montoro en el Congreso afirmando que los sueldos en España NO estaban bajando, quedan muy lejos de la realidad.
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