La sanidad privada española tiene contratados más telefonistas que enfermeros
Añado aquí mi último artículo en el periódico madrileño "El Distrito", que vuelvo a insistir en la privatización de la sanidad y sus más que posibles consecuencias.
No es menor la consecuencia directa de esta privatización de la gestión. El objetivo, lógico, de cualquier empresa es ganar dinero y tener unas cuentas de resultados positivas, repartiendo dividendos entre sus accionistas. En este caso no hace falta ser muy hábil para deducir que la compañía adjudicataria tiene que ingresar más dinero del que se gaste. No vale con simplificar en que una mejor gestión puede ocasionar una reducción de costes, cosa que por otro lado se podía haber hecho manteniendo la sanidad en el ámbito público. Se tratará, sin duda y forzosamente, de recortar gastos. Eso implica reducciones de personal y de recursos materiales, y selección de las patologías a atender. ¿Cómo si no se podrían alcanzar unos beneficios que justifiquen la intervención?
En 2010, Aliad Conocimiento publicó su “Estudio del Sector Sanitario Privado en España”. Llamaba la atención que el colectivo principal de trabajadores contratados, excluyendo a los propios médicos, era el de telefonistas. Había más telefonistas que enfermeros, psicólogos, auxiliares de clínica, dentistas, fisioterapeutas o cualquier otro tipo de trabajadores. Es lógico si nos percatamos de que la atención telefónica (con trabajadores que además cubrirán seguramente otras tareas administrativas) es la que va a suponer esa primera imagen del paciente ante el sistema. No aporta calidad extra al hecho asistencial en sí, pero da imagen. También se incluía la opinión de los directivos de centros privados, que intuían que se tendría que optar por la contratación de profesionales menos cualificados, reconociendo de antemano la disminución en la calidad que eso supondrá. Tan escandaloso debió resultar que en una actualización del mismo, en 2011, ya no se hace mención alguna a estos dos aspectos. Si la sanidad pública se va a transformar en privada, ese es el modelo al que nos dirigimos, y eso es lo que podemos esperar en un futuro de nuestra asistencia médica. Más fachada que recursos efectivos.
Partiendo de la afirmación de que nuestro Sistema Sanitario Público es excelente, se desmonta y se convierte en algo radicalmente distinto. Supongo que con la intención de que pierda esa excelencia. Se comenzó por el desprestigio de los funcionarios (lo son casi todos los que trabajaban en sanidad), para que no fuera mal acogida una privatización parcial. Ahora, utilizando la crisis como excusa, se completa un proceso que, de llevarse a cabo, será irreversible. Es lógica la Marea Blanca que está intentado evitar este destrozo, pero probablemente inútil. Nuestros hijos no conocerán ya una sanidad pública gestionada por organismos públicos.
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