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La página de Juan Julián Elola

El 23 F no fue a mayores porque, a diferencia del 18 de julio, no se derramó sangre desde el primer día

El 23 F no fue a mayores porque, a diferencia del 18 de julio, no se derramó sangre desde el primer día

El 18 de julio de 1936 comenzó la mayor matanza de militares de alta graduación del ejército español, fusilados todos ellos por mostrar su lealtad al régimen democrático y republicano legalmente constituido. Ya en el primer día, gran cantidad de generales, gobernadores civiles y líderes políticos y sindicales fueron asesinados.Eso no sucedió el 23 de febrero de 1981, fecha en que los militares golpistas actuaron contra las órdenes de sus superiores, pero no obraron físicamente contra ellos, no los detuvieron y, mucho menos, los ajusticiaron. Esa seguramente es una de las claves que permitió la vuelta a la normalidad, la rendición de los rebeldes al poder someterse a la justicia por no tener a sus espaldas delitos de sangre, y a los militares leales volver a tomar el control del ejército por su superioridad en mando.

Por si alguien no lo sabe o lo ha olvidado, la mayoría de los militares se mostraron a favor del Gobierno republicano en julio del 36, pero muchos de ellos fueron detenidos y, la mayoría, ejecutados por los sublevados.

El mismo Franco hizo detener a Agustín Gómez Morato, general de División y comandante del Ejército de Marruecos, para ocupar su puesto. Los otros dos generales con mando en Marruecos también fueron depuestos, y uno de ellos, el General de Brigada Manuel Romerales Quintero fue fusilado en Melilla el 18 de julio. El Comandante Ricardo de la Puente Bahamonde (primo de Franco),  jefe de las fuerzas aéreas de Tetúan, se resitió y fue detenido el 18 de julio y fusilado en Ceuta el 3 de agosto. Las tropas a sus órdenes que se resistieron al golpe sufrieron varias bajas y fueron duramente represaliadas. Como era primo de Franco, se esperó a que este llegase a Tetuán y decidiese, antes de ejecutarle. Y en el mismo sitio, unos meses después, se fusiló al Capitán de Artillería Arturo Álvarez-Buylla, que dirigía la Alta Comisaría Militar en Marruecos. La otra base aérea, la de hidroaviones de Atalayón, estaba comandada por el capitán piloto Virgilio Leret Ruiz, que se mostró leal a la República junto a sus alféreces Armando González Corral y Luis Calvo Calavia, fusilados el capitán el mismo día 18 de julio, seguramente el primer fusilado por los militares levantados, y los dos alféreces al amanecer del 23 de julio en el fuerte en que estaban detenidos. 

En Burgos se detuvo y posteriormente se fusiló al capitán general de la VI Región Militar, general Domingo Batet Mestres, y Mola ocupó su puesto. El general Nicolás Molero Lobo, capitán general de la VII Región Militar, también fue detenido y condenado a muerte por Saliquet, que usurpó su puesto, en Valladolid, aunque su pena posteriormente sería conmutada por cadena perpetua. El capitán general de la VIII Región Militar, Enrique Salcedo Molinuevo, fue sustituido por el coronel Martín Alonso, que lo detuvo y lo hizo fusilar en el Ferrol,  junto al general de brigada Rogelio Caridad Pita. En Andalucía fue detenido el general Miguel Campins, gobernador militar de Granada, trasladado a Sevilla y fusilado el 18 de agosto.

El general Núñez de Prado fue detenido en Zaragoza el 18 de julio, y fusilado en Pamplona por Mola el 24 de julio; el comandante de la Guardia Civil de Navarra, José Rodríguez-Medel Briones, fue asesinado en Pamplona el mismo día 18 de julio; el general López Viota, que comandaba la 2ª Brigada de Artillería, en Sevilla por Queipo de Llano; el general Mena Zueco, en Burgos; en Asturias, un consejo de guerra mandó al paredón al coronel de Artillería José Franco Mussio, comandante militar de Trubia y director de la Fábrica Nacional de Armamento, así como al comandante de Artillería Manuel Espineira Cornide, los capitanes Luis Revilla de la Fuente, Hilario Sáenz de Cenzano y Pinillos, Ernesto González Reguerin, Ignacio Cuartero Larrea y José Bonet Molina, y el teniente Luis Alau Gómez-Acebo.  El único crimen cometido por estos oficiales fue el de permanecer fieles al Gobierno.

 En definitiva, el golpe de estado del 36 se hizo desde las bases militares, y no desde la cúpula del ejército, como se ha hecho ver en muchas ocasiones. Y los sublevados utilizaron una violencia impropia y ejercieron una represión brutal sobre sus propios superiores que habían permanecido fieles al juramento de lealtad a la República que realizaron. Las primeras víctimas del alzamiento fueron los jefes militares, a diferencia del golpe de Tejero, que intento someter primero a la voluntad civil, representada en el Parlamento. Es muy probable que, si los subordinados que se rebelaron el 23 de febrero de 1981 hubieran actuado con esa dureza contra sus superiores, leales a la democracia y la Constitución en su mayoría, la rapidez con que se controló el intento no hubiera sido tal.

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